¡No son guerras, son virus!

Maria A. Blasco

Amiga del Museo del Prado, ha participado en actividades de la Fundación como ponente.
Doctora en Bioquímica y Biología Molecular, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), su labor es distinguida, entre otros galardones, con el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal.



El Museo del Prado es un lugar excelente para reflexionar sobre temas trascendentes a través de la observación de sus cuadros.

Les propongo contemplar dos impresionantes pinturas de Pieter Bruegel el Viejo para reflexionar sobre la pandemia de covid-19 que ha paralizado el mundo. Nos encontramos ante una crisis global producida por un virus, el SARS-CoV-2, que recientemente ha pasado de murciélagos a humanos en China, seguramente usando algún otro animal de consumo humano como trampolín. No es la primera vez que esto ocurre ni será la última, pues seguimos destruyendo los hábitats naturales que mantenían a estos virus alejados de los humanos, y seguimos cazando y comiendo animales salvajes. Tan solo en el siglo XX murieron cien millones de personas a causa de enfermedades producidas por virus que “se escaparon” de sus recónditos hábitats naturales e infectaron a humanos, como la “gripe española”, el sida (producido por el VIH) o el ébola. Ya en el siglo XXI, dos primos hermanos del virus que produce la covid-19, el SARS y el MERS, así como un rebrote del ébola, han causado miles de muertes. ¿Qué hemos de aprender de lo que está ocurriendo?

 

El Museo del Prado es un lugar excelente para reflexionar sobre temas trascendentes a través de la observación de sus cuadros

Observemos el escalofriante cuadro de Pieter Bruegel el Viejo titulado El triunfo de la Muerte. Bruegel nos muestra que la muerte y la devastación, cual covid-19, no distinguen entre clases sociales ni profesiones, y nos advierte de que hasta los más poderosos pueden sucumbir. Los ejércitos, por numerosos que sean, no van a parar el virus porque no se trata de una guerra, sino de una cuestión de salud que solo se puede abordar con cuidados médicos e investigación. No es pertinente el lenguaje bélico, hay que usar un lenguaje científico. No se debe recurrir a los soldados, sino a los investigadores. Un científico puede más que mil soldados, pues son los científicos quienes mejor conocen estos virus y, por lo tanto, los que más posibilidades tienen de acabar con ellos.

Y así ha sido. Pocos días después de diagnosticar los primeros casos de una nueva neumonía atípica en Wuhan (China), científicos chinos expertos en virus, encabezados por la investigadora Shi Zhengli –también conocida como Batwoman por ser experta en virus de murciélagos–, fueron los primeros en averiguar la identidad del virus a través de la lectura de su material genético. En cuestión de semanas, y gracias al esfuerzo coordinado de miles de científicos de todo el mundo, se descubrió cómo infectaba este virus a las células humanas y qué fármacos podríamos usar para frenarlo por su parecido con otros virus anteriores como el ébola o el VIH. Tras unos pocos meses, ya se están ensayando las primeras vacunas en humanos. Este tour de force científico conseguirá frenar la incursión del SARS-CoV-2 en humanos en relativamente poco tiempo, como ya se hizo con el sida.
 

 

Carmen Calvo, Mirando a Goya, 2007 © Fundación Amigos Museo del Prado

 

Pero a pesar de la impecable labor de los científicos y de la ciencia, que sigue resultando ajena a los ciudadanos, proliferan en las redes sociales teorías conspiratorias que van desde malvados científicos soltando virus modificados por los humanos para destruir a la humanidad hasta el 5G como evento diabólico del progreso de la humanidad que ha enfurecido a los virus chinos. Por no hablar de dirigentes que dijeron que este virus no iba a llegar a sus países, que afirmaron que era una simple gripe, que recomiendan medicarse con desinfectantes o que pretenden que sus ciudadanos tengan el destino de un rebaño de ovejas. Y ante tanta estupidez, de nuevo Bruegel viene a nuestro rescate con el cuadro El combate entre don Carnal y doña Cuaresma. Vaya el ateísmo de la ciencia por delante: la Cuaresma, con su hacer comedido y reflexivo, es a los científicos lo que don Carnal es a la locura desenfrenada de la ignorancia.

Y terminaré con Goya y su extraordinaria estampa El sueño de la razón produce monstruos, donde podemos apreciar los magníficos murciélagos de Goya, que ninguna culpa tienen de que los humanos con nuestros “sueños” a veces poco acertados hayamos despertado a sus coronavirus.






 

 


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